La que nunca cruza los semáforos en verde parpadeando, porque ya se ha tropezado más de una vez y se ha visto en el suelo del paso de cebra a punto de que los coches vuelvan a arrancar motores. La que nunca entra en los trenes y metros cuando los pitidos de las puertas anuncian que están a punto de cerrarse, porque ya se le cerró la puerta con su brazo en medio. La que nunca pisa las alcantarillas ni rejillas de ventilación, ni pone los pies sobre suelos acristalados por vértigo y pánico de sólo imaginar que se rompa. La que siempre llena la maleta de porsiacasos que luego nunca usa. La que se olvidó de cómo se montaba en bicicleta, aunque digan que eso es algo que nunca se olvida. Aunque lo haya intentado de nuevo, la coge con miedo a caerse, por lo propensa que es a hacerse heridas en las piernas.
Se ha caído en semáforos, tropezado en bordillos y asustado con el impacto de una puerta cerrada de golpe. Se ha raspado las piernas muchas veces, recuerda de cuándo es cada herida. Una vez hizo una maleta sin porsiacasos y se planteó que quizás no pasaría nada si volvía a coger una bici. También juega a caminar haciendo equilibrios por los bordillos en alto. Pero seguirá teniendo vértigo al pisar suelos acristalados o con rejilla.
Si ves a una chica esquivando suelos frágiles por la calle, ya sabes quién es. Los semáforos que no cruza cuando parpadean antes de ponerse en rojo… Los usa para invitar a una ronda de besos.
No hay que evitar los besos porque… ¿A dónde van los besos que no se dan?
A veces acaban inspirando… https://claudiadans.com/2015/11/10/incertidumbre-a-besos/
Pero principalmente a bucles de «y si…» interminables.