Incertidumbre a besos

1bdf6a64be19dd2fc23f53350ef69aa7
Se quedó con ganas de un beso… Esa despedida lo pedía a gritos.

No sabía de qué iba a ser ese beso, no sabía como iba a reaccionar ni como iba a sentirse si lo hacia. Esa muestra de cariño no podía ser solo de amistad, los amigos no se besan así.

El momento era para besarse. Completamente. Sin saber cuando iban a volver a verse porque no se pusieron fecha de volver a hacerlo. Le entró miedo hacerlo, pensar qué podría pasar si lo hacia.

Como la primera vez, el beso de la apuesta con el que se lanzó. Sí. Se apostó un beso, como quien apuesta que a la siguiente ronda de cervezas invita.

Se asustó por no saber en qué se convertiría ese gesto. Ese que cada día muchos malgastan sin darle importancia, que un beso no tiene que cambiar nada, que puedes dárselo a quien sea aunque no tengas nada especial. Pero no, en su interior significa mucho más. Algunos dirán que exagera, que no es para tanto.

Quizás pensó demasiado y a esas cosas no hay que darle tantas vueltas. Estuvo un ratito pensando: «cómo me despido, qué hago». Y aunque al final fue como finalmente decidió hacerlo, sin ese beso, se durmió pensando que tenía que haberlo dado.

Dejar un recuerdo especial de algún tipo.

Eso sí, a la mañana siguiente,  se despertó con él. Con un bonito recuerdo.

El resto de la historia, aún está escribiéndose.

Continuará.

IB 3674

IMG_5371

Coge un avión sin pensártelo dos veces. Hazlo. Lo llevas deseando hacer desde hace tiempo. Todo el mundo dice «qué ganas tengo de coger un avión de repente sin darle vueltas» pero pocos lo hacen.  La sensación es indescriptible. Sobre todo cuando despegas con un cóctel de emociones y se te escapa alguna que otra lágrima. Cuando no sabes qué tal se va a dar esa semana allí y vas a estar descubriéndote en situaciones nuevas. Situaciones que cada día van a ir haciéndote que te plantees si esto es lo que quieres hacer de verdad.

Dale la vuelta a tu historia, que aquí estás tú para crearla, para ser protagonista de lo que estás a punto de vivir. Tienes alas para volar, pies para salir corriendo. Empieza a crear algo de lo que estés orgulloso, sal de lo que no te gustaba y que te tenía sin pasar página. Evoluciona, crece. Y que lo vean.

Atrévete a apostar por algo que siempre pensaste que no serías capaz de hacer. Apuesta al rojo, al negro, al color que te de la gana, pero apuesta. Juégatelo, que aquí estamos para jugárnoslo todo. Y yo he venido a apostar. Por ti, por mí, por nosotros.

Siéntete libre, para querer, para olvidar, para salir, para volver. Pero hazlo. Que «quien bien te quiere te hará volar». Y tanto que me haces volar. Que no es querer mucho, que es querer bien. Y no se me ocurre mejor manera de querer(te).

Volveré a coger ese IB 3674. Lo tengo ya comprado para volver. Porque volar ese 14 de julio es de las mejores decisiones que he tomado. Volvería a coger ese avión mil millones de veces. Volvería a volar allí hasta que la ciudad se supiese de memoria qué sitios me gustan, en cuales quiero ir de la mano si me siento insegura,  en cuales volvería a quedarme inmortalizando momentos con atardeceres especiales. Una ciudad que me haga perderme en su metro con estaciones innombrables, que me haga buscar desesperada buses que van en mil direcciones y no saber dónde está el mío, que me den ganas de entrar en todas sus tiendas pequeñas y originales, que sus paredes pintadas me pidan pararme para fotografiarlas todas, que quiera probar todas sus cervezas artesanales, que me quiera perder por sus calles buscando en el mapa los fotomatones analógicos que fueron testigos del principio de una historia.

Vuela, conmigo.  A donde sea. Volemos.