Esa noche discutieron. Le pilló con la mirada perdida y con los latidos buscando retumbar en todos los rincones de su pecho. Sin haberlo afirmado, inconscientemente sabía que sentía esa palabra a la que muchos temen y no saben como reaccionar cuando llega. Sus dedos dibujaban formas aleatorias en el cristal del coche.
Y entonces dibujó un corazón en el vaho.
-¿Qué haces?
– Nada… Pensar. ¿Porqué lo dices?
– Tu dedo, ese dibujo, lo que significa.
– ¿Y para ti qué es? ¿Qué quieres?
– Más.
– ¿Quién va a ser el que se atreva a decirlo? ¿Quién se la juega abriendo la boca con temor a abrirla demasiado?
Entre trazo y trazo la palabra «más» fue cobrando sentido. Sin saber a dónde iban a ir, tiempo después, se encontraron en el mismo coche, en el mismo vaho, dibujando los mismos dibujos.
Sintiendo. Más.