Volver a escuchar. O hacerlo por primera vez.

Fotos bonitas que me hace SallyFoto

Hoy quiero hablar de algo bastante personal que poca gente sabe. Es algo por lo que a día de hoy no tengo ningún complejo pero que de pequeña cuando me lo detectaron en el colegio sí fue algo incómodo.

Desde siempre recuerdo jugar cuando era niña al teléfono escacharrado, a veces era la primera en oír el mensaje en murmullo y mis amigos decían que me inventaba el mensaje. Yo decía que no, que me lo habían dicho así. Todo quedaba en una anécdota, nos reíamos y al día siguiente volvíamos a jugar. Igual ya no me sentaba la primera pero seguíamos jugando. Así fueron pasando los años, pero durante primaria cuando me sentaba en útima fila, casualmente mis notas bajaban. En casa me decían muchas veces que estaba en mi mundo, que no atendía, que no prestaba atención. Me tenían que repetir las cosas mil veces y a veces se enfadaban conmigo.

En secundaria me cambiaron de colegio y me resultó difícil encontrar un grupo de amigos, por lo que llegué a pasar por etapas de bullying (pero eso es algo en lo que no quiero centrar este post). Justo en esa época, en una revisión médica que me hicieron los médicos del colegio con mis compañeras de clase delante, me detectaron que tenía problemas de audición. La verdad es que recuerdo que me morí del corte cuando me lo dijeron delante de las chicas que se metían conmigo, no sabía a dónde mirar, pensé que ahora encima tenían otra cosa más que llamarme. Llegó a casa mi informe médico y me señalaron que fuese al otorrino para revisarme los oídos.

Fuimos al médico, me hicieron un estudio durante unos meses o incluso un par de años  y un TAC para ver si había alguna lesión. Descubrieron que no había nada raro pero que tenía una hipoacusia moderada en el oído interno que por suerte no era progresiva. El médico preguntó si por casualidad había nacido con la bilirrubina alta y confirmamos que sí. Me dijeron que esa era la causa de mi pérdida de audición y que había sido de nacimiento, una hipoacusia neonatal bilateral causada por la hiperbilirrubinemia. En los últimos años se ha descubierto que nacer con la bilirrubina alta, en algunas ocasiones puede afectar al nervio auditivo. Pero que no os alarme, no es el fin del mundo ni le pasa a todos los bebés pero sabiéndolo, conviene revisar mejor los oídos. Creo que ese día rondaba los 13-14 años aproximadamente. Así que había pasado 14 años de mi vida escuchando mal y todos sin saberlo.

Durante estos años he hecho vida normal porque tengo la suerte de que no es una pérdida que llegue a la minusvalía mínima, se puede vivir con ello. Y no pasa absolutamente nada. La parte mala o algo incómoda es que eso no me permite tomar medicamentos ototóxicos o alimentos con quinina, ya que hacen que esa pérdida se pueda agravar. También te dicen que no puedes ponerte vacunas de enfermedades tropicales ya que son agresivas para el oído (y si ya lo tienes algo dañado, puede aumentar el riesgo de esa pérdida). Que a efectos prácticos y traducido a humano, esto significa que no puedo tomar ibuprofeno (ni otros fármacos menos comunes) ni tónica. Así que esto implica dos cosas. Por un lado, los cócteles de ginebra los pido con Sprite o refresco de limón y las menstruaciones las sufro sin encontrar un analgésico que me permita no echar a perder un día al mes de mi vida. Porque sí, soy de las mujeres que tiene menstruaciones extremadamente dolorosas y si antes con el ibuprofeno podía hacer vida normal, desde que me quitaron este fármaco, esos días del ciclo me quiero morir porque no hay nada que me devuelva a la vida. Ni bolsas de agua caliente, ni quitarme el café y teína, ni andar a gatas por la casa, ni tomarme un chupito de ginebra sola (remedio de abuela), ni nada. Dolores, cólicos, calambres y mareos durante 24h.

Volviendo a lo que implica tener pérdida de audición en mi día a día, a mi pareja le he dicho siempre que si se pone cariñoso no me susurre nada al oído porque inmediatamente romperé la magia contestando ¡¿QUÉ?! Otro detalle es que al ver la televisión tengo que tenerla a un volumen considerable para entender todos los diálogos. Pero como a veces esto es muy molesto para la otra persona, acabo entendiendo lo que pasa en la película por el contexto y las citas importantes las busco después en Google. Otro detalle es que cuando estoy con gente en una cena y hay ruido de fondo, o leo los labios o no entiendo lo que me dicen. En reuniones de trabajo me aporta inseguridad porque tengo que estar aún más alerta por si me preguntan algo. Todas esas pequeñas cosas con las que una acaba conviviendo se traduce en estrés y fatiga. Cosas que mis amigas me han traducido como que «a veces estás empanada» o que por las noches estoy extremadamente cansada sin haber hecho apenas esfuerzo físico. Porque el cerebro de una persona que no escucha bien, trabaja el doble o triple que el de una persona normal, ya que tiene que estar en permanente alerta por si oye algo que no identifica.

Las pasadas navidades probé los audífonos de mi abuelo y aunque no estaban configurados a mi pérdida, aluciné porque de repente mi madre me susurró algo y la entendí a la perfección. Al principio creía que me estaba vacilando y que me estaba hablando alto pero luego lo repitió más veces sin audífonos y con ellos y la diferencia era abismal. Antes de la anécdota de ese día, mi pareja me llevaba diciendo unos meses que debía revisarme la audición porque me notaba más sorda de lo normal. Tras darle muchas largas diciéndole que no era progresivo, que oía igual de mal que siempre, al final accedí a volver al médico y me dijo que ya tenía una pérdida suficiente como para poder plantearme llevar unos audífonos.

Mis padres y yo nos pusimos manos a la obra en busca de una marca que nos transmitiera confianza y dimos con GN, que trabaja con Beltone y ReSound. Estas dos marcas son gamas altas de los audífonos que hay actualmente en el mercado. El día que fuimos a conocerlos a sus instalaciones, nos hicieron una visita a la fábrica, lo que hizo la experiencia única, ya que entendí a la perfección como funciona un audífono y cómo es la maquinaria que lleva dentro. (Siento no tener fotos del interior, estaba demasiado atenta a las explicaciones) Porque de verdad, básicamente lo que llevas en la oreja es un ordenador del tamaño de una lenteja. Allí me volvieron a hacer pruebas y me ajustaron unos a mi pérdida. Además de eso, lo que más me gusta es que ReSound cuenta con una app que puedes controlar desde el iPhone y el iWatch. Mi audioprotesista puede acceder a la configuración de mis audífonos en remoto, instalarme programas nuevos y desde casa con la app puedo descargarlo y automáticamente se me configuran los audífonos. Sin necesidad de ir a una clínica de forma periódica a que me los ajusten.

Y en cuanto a la experiencia, os puedo confirmar que es una auténtica gozada poder escuchar como una persona sin pérdida. De hecho, es posible que escuche incluso mejor. A la hora de ver la televisión, puedo usar un accesorio que me permite escucharla directamente en los oídos. Hay otro accesorio que se lo puedo dar a mi padre y si da clase o una conferencia, aunque me vaya a la última fila, escucharía su voz directamente en el oído. También puedo escuchar llamadas de teléfono o música a través de ellos, por lo que en el metro cuando muevo la cabeza marcando el ritmo, la gente me mira raro porque ni siquiera me ve unos AirPods o unos Beats. Son completamente invisibles, los míos son pequeños de color beige clarito, externos, simplemente asoma un cable transparente y el resto queda tapado por la propia forma de la oreja. Son más invisibles que los internos, que se parecen a los pinganillos que llevan los presentadores en la televisión y que se ven si se mira la oreja de lado. Y aunque no fueran invisibles, a mí personalmente me daría igual, porque llevar tecnología encima y wearables, me encanta. Una no deja de ser geek ni aunque tenga problemas de audición. Tecnología que pueda llevar puesta encima y que encima facilite la vida, que venga a mí.

En definitiva, si alguien alguna vez detecta que no escucha bien, que lo consulte con un profesional, porque en la mayor parte de los casos, hay solución. Cuando de repente vuelves a oír, o como yo, escuchas por primera vez un montón de sonidos que te has estado perdiendo, es increíble. La primera impresión al ponérmelos es cierto que me resultó muy molesta, tuve la sensación de que «el mundo y la vida suenan demasiado alto». Me los configuraron en un programa de adaptación para que no me diese impresión y me causara rechazo oírlo todo tan alto desde el primer día. Me tuve que acostumbrar a sonidos que en mi vida habían pasado desapercibidos.

Es posible que si los llevas oigas el ruido de tu pelo al moverse si tienes el tic de tocártelo a menudo o que oigas el roce de tus manos al pasarlas por un tejido. Pero tienes que reeducar tu oído y aprender a distinguir a qué sonidos tienes que prestar atención. Por suerte los mejores audífonos cuentan con reductores de ruido y puedes cancelar el sonido del viento, función que va de maravilla cuando estás en la calle un día de ventolera. Aunque al final tu cerebro aprende a no escuchar un ruido molesto como ese. El viento se escucha como cuando hablas por teléfono con alguien que está en un lugar ventoso. Pero solo los primeros días, yo ya casi no lo oigo. Si pasas cerca de un sitio con obras, con el reductor de ruido también puedes evitar que te lo amplifique. Pero lo mejor es que después de un mes llevándolos a veces reviso el móvil para ver si están encendidos porque los tengo tan integrados en mi vida que pienso que escucho bien sin necesidad de que estén funcionando. El cerebro es muy inteligente y aprende a mimetizar sonidos que antes eran nuevos como algo natural. Te recomiendan que al principio los lleves unas horas en casa, luego que vayas aumentando esas horas, luego salgas de casa un ratito con ellos y así poco a poco te vas acostumbrando a los sonidos nuevos.

Además de contar con un aparato de alta calidad, es importante que cuentes con un experto, en este caso un audioprotesista que te transmita confianza y que te ayude a integrar los audífonos en tu día a día. De nada sirve llevar un aparato bueno si sales de la clínica con ellos y no te aseguran que te harán un seguimiento para conocer tus impresiones y tu progresión. Es por eso por lo que muchas personas adultas y mayores sienten rechazo hacia los audífonos. Se necesita un buen equipo tecnológico y un buen equipo humano que te ayude a incorporarlo en tu día a día.

Si alguien necesita ayuda para dar el paso, ya sea por él mismo o por un familiar y quiere saber más sobre mi experiencia antes de decidirse, que no dude en mandarme un mensajito. Estaré encantada de contar en más detalle cómo está siendo mi experiencia. Yo lo hice con algunos conocidos antes de decantarme por usarlos, ya que siendo algo del oído que nadie más que el que lo sufre lo puede entender, ayuda mucho hablar con gente que de verdad está teniendo una buena experiencia con ellos y que puede saber a la perfección como te sientes.

Sin duda a mí me ha mejorado mi calidad de vida y estoy segura de que también la de los que me rodean. Cuando me los quito es como si llevara tapones en los oídos, hasta que me acostumbro a volver a escuchar como lo solía hacer durante 23 años. Desde que los uso, he pasado de tener que parar en cada conversación para repetir cosas mil veces a tener conversaciones totalmente fluidas. De repente soy más consciente de todo lo que me rodea. Disfruto de oír a mi gatita desde la otra punta de la casa, a mi pareja cuando canta distraído mientras hace cualquier cosa, a mis padres cuando me hablan y no tengo que preguntarles mil veces qué han dicho, en una reunión de trabajo cuando me siento más segura de mí misma y sé que no me estoy perdiendo nada.

Y esto no lo cambiaría por nada en el mundo.

Pasa, corazón

Nuestro primer viaje. La primera mañana de nuestra primera escapada, buscando la primera cafetería donde desayunaríamos pasteles de Belém. Esos que me pierden y que me podría comer una caja entera de una sentada. Recuerdo este viaje con muchísimo cariño, lleno de primeras veces juntos, sin saber la de viajes e historias que surgirían después.

Recuerdo la emoción de comprar un mes antes aquellos vuelos sin saber aún lo que éramos, lo que acabaríamos siendo. Comprarlos contigo porque quería volver a verte, me daba igual todo lo demás. Sin complicaciones, si quería besarte lo iba a hacer, si después no iba a más no pasaría nada, porque yo aquel día no quería relaciones a distancia. Y tú me decías que tampoco, que estábamos disfrutando del momento, que lo mismo sería simplemente un amor de verano. No éramos pareja pero éramos dos personas que se disfrutaban cuando estaban juntas. Caminábamos por la calle de la mano, porque sí, porque nos gustaba el cariño y la compañía. Nos besábamos en una esquina, porque sí, porque nos daba un arrebato de cariño. No queríamos darle un nombre concreto. Nos reíamos de los camareros que nos decían «parejita, os dejamos aquí la cuenta».

Eras mi +1, esa persona a la que quería tener cerca, sin darle explicaciones a nadie. Hasta que me enamoré y decidí que quería llevar a cabo el resto de aventuras, que no quería un amor de verano, que quería un amor de veranos, otoños, inviernos y primaveras. Contigo.