La magia del reencuentro

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Mucho se ha hablado de la sinceridad de los besos en aeropuertos, donde se ven los besos más sinceros. Muchos de reencuentro, otros tantos de despedida. Personas que odian aeropuertos y estaciones de tren, que sientan mal, que saben a despedida.

Como dice Marwan en su Carita de Tonto:

Es patético empezar otra canción diciendo: 
«Te voy a echar de menos» 
Quédate, que a esta terminal 
le dan igual tus sentimientos, 
cuando hace falta nunca retrasan los vuelos. 
Me sientan tan mal los aeropuertos… 

Quizás nunca pensaste que llegarías a acabar siendo una de esas parejas que se despide a besos antes de coger un avión. Que serías de esas personas que se emocionan por lo que están viviendo antes de despegar. De las que sin querer hacerlo, tienen que estar pendientes de los minutos que quedan para poder darse un último abrazo, beso o suspirar a la vez.

Tú, que siempre te prometiste que nunca te meterías en una relación a distancia, que no ibas a poder soportarlo. Que esas relaciones no estaban hechas para ti. Pero ¿para quién lo están? A ti que te dijeron que esas cosas nunca funcionan. Que pasas más tiempo angustiado que disfrutando de cada minuto cuando te vuelves a ver con esa persona. Tú que te hiciste mil películas en las que chico aparece en la puerta de casa de chica cuando ella está teniendo un mal día. Que esas cosas pasan cuando vives a media hora de la otra persona. No a kilómetros, no en países diferentes. Tú que dijiste que no podrías hacerte la idea de pasar más de quince días sin veros. Y tú que aún estando a tanta distancia consigues que la otra persona pueda sentirte cerca. Que los correos electrónicos, llamadas y mensajes de buenos días hacen que las distancias se acorten, son vehículos de emociones. Viajan a la velocidad de la luz. Te tocan dentro con intensidad. Que la distancia impide abrazos, pero no sentimientos.

Confía. Que la confianza es un pilar esencial para que algo así funcione y mis pilares fundamentales van con C. Ven, te los quiero enumerar:

  1. C  de confianza.
  2. C de corazón.
  3. C de contigo.

Cuando tienes esos pilares muy fuertes dentro de ti eres capaz de todo. Acabas haciendo realidad la ilusión de volar. Sin rumbo, a donde sea. Que viajar ya te gustaba, pero ahora más. Con más motivos. Piensas en volver a reencontrarte. Te ves cogiendo vuelos sin ton ni son, sin pensarlo dos veces. Te la juegas, unos al negro, otros al blanco y tú al rojo, con pasión. Compras los billetes de avión, con antelación, a dos, tres meses vista. Y ya veremos donde estás para entonces.

Ojalá hubiese cerrado la página de gestión de reservas con los billetes del viaje comprados. Como la última vez que abrí la web de IberiaExpress para mirar de reojo y por cotillear los precios de los vuelos. Ojalá me plantase allí para poder descubrir todos los sitios que has añadido a nuestro mapa. Como cuando hice la compra de los billetes hace un mes sin saber qué iba a ver allí. Recuerdo que te acosé por todos los medios posibles con emoción preguntando si podrías acogerme esa semana en tu casa. Sin saber que me esperaba una experiencia tan bonita como la que ha sido uno de los mejores viajes que he hecho nunca.

Donde cada viaje se convierte en una nueva puerta que te recibirá, qué más da el destino, donde sea que te vayas a ver con la persona a la que llevas deseando ver durante un mes, dos… La emoción de aterrizar con ese cosquilleo en la tripa. Y te vuelves adicto a esa sensación.

Y la ilusión de imaginarte cogiendo un vuelo con esa persona, desde la misma puerta de embarque, porque sí, llegó un día en el que se acabaron las despedidas.

Distancias

Tirar de la cabina de teléfono durante los minutos que costaba la llamada y que si no echabas una moneda más, te despedías hasta el día siguiente. Estaban los minutos contados y aprovechabas al máximo cada uno que pasaba. Tres minutos por cien pesetas eran en sus tiempos. Creas o no, tres minutos al día llegan para mucho. Uno en el que cuentas tú algo, otro en el que la otra persona responde y el sobrante para decir algunas frases bonitas y despedirte. ¿Ves? Llega.

¿Y ahora qué? Si echas de menos a alguien, puedes llamar y la llamada puede durar más que eso, además sueles tener la suerte de poder hablar por el medio que quieras. Si no es teléfono, sabes que estará conectado en algún sitio, que coincidirás con él y que estará conectado a la misma vez que tú. Igual esa es la dificultad que hay ahora que no había antes. El coincidir conectado con esa otra persona, (si no has quedado con ella para conectarte porque no tiene la suerte de estar conectado siempre).

Pero la distancia no tiene porqué ser una dificultad. Que sí, que vale, que de no verla (un mes, dos, un año, o nunca) pasas el mal rato hasta que la ves, o ni eso. Porque puedes estar colgado con alguien a quien no ves. Se puede y a veces pasa.