Hoy me he levantado más pronto de lo normal por el jetlag. Las 16h de avión son mortales, sabes que puedes dormir, pero entre lo que te ceban en el avión que hacen que acabes comiendo por aburrimiento y las películas que ves, acabas durmiendo más bien poco. Ayer en el avión aproveché para ver Titanic, que no la había visto nunca y con los 16 años recién cumplidos del lunes 10, ya era hora. Al final, acabé llorando ¿cuántos habrán hecho lo mismo? Seguramente sea una más. Me alegra haber encontrado una película que me haya conseguido sacar lagrimita.
El viaje que ha sido de una semana, ha merecido muchísimo la pena. Me ha encantado. ¡Es una experiencia más!

El salir a la calle y no entender nada de lo que pone en los carteles. Ir a un restaurante, que no te entiendan y comunicarte por señas, apuntando con el dedo a la carta con fotos para saber lo que quieres tomar. Poder poner verde al de al lado y que no te entienda. Ver las costumbres de los chinos, como por ejemplo, no tener servilletas y depender de una toallita mojada colocada al lado del plato durante toda la comida. Comer mientras te van sirviendo té todo el rato. Meterte en un taxi y no hablar con él taxista porque poco le puedes decir excepto «Nihao» (aká, hola) y «fappia» que es factura.
Las calles en China son 100% distintas a como son en el resto de los países. Conducen como les da la gana. Así como suena. Se saltan semáforos, se adelantan cuando quieren, no ponen las luces y mucho menos los intermitentes. Están plagadas de bicicletas, motos que conducen sin tener el motor encendido siquiera, éstas tambien sin luces. Los peatones cruzan los semáforos en rojo, cuando pasan coches tambien, los esquivan como pueden y si se les cae algo en medio de la calle, se agachan y se toman su tiempo en terminar de recogerlo todo. A todo esto, el escándalo neyorquino debe quedarse por lo bajo en comparación con el escándalo de las calles de Shanghai. Los pitidos de los coches son la banda sonora de la ciudad. Se pitan por todo, vayan a pasar o no, avisar de que vienen, cruzar o no el semáforo aunque no esté en verde. Da igual, ellos conducen sin normas. Y lo curioso es que no hay ni un solo accidente. Cosa que en cualquier otro lado ves y te cascan la multa del siglo.
Esta ciudad parece montada con un poco de maña en un dibujo. Empiezas dibujando una cosa, y acabas con otra que no tiene nada que ver con la primera. Tienes una zona que está llena de rascacielos, muy futuristas y con luces de neon por las noches. Otra es la típica que todos imaginamos de China. Edificios rojos con tejados negros, detalles dorados en las esquinas, pagodas altas con ventanas grandes y algún que otro dragón esculpido en piedra. Por otro lado tienes una zona francesa, inglesa, o simplemente de edificios bonitos no muy altos que antiguamente eran viviendas muy bien colocadas. Esta última es realmente bonita. Tiene calles enladrilladas en las que se podría rodar una escena de la película de Sherlock Holmes sin problema. Incluyen farolas altas y negras con farolitos pequeños iluminados.
De lo que realmente me he enamorado esta semana, es de los caracteres chinos. Me obsesioné el primer día en comprar un cuaderno pequeño para ir copiándolos, pero por más que busqué, no lo encontré. Habrá que volver para dibujarlos la siguiente vez.