Sopa de letras

55d660829a6bb0dde3f317f4c70c5104A mi lado un señor mayor se entretiene haciendo sopas de letras. Buscando palabras. Como si a veces fuera tan fácil expresarse. No te lo voy a preguntar, pero sé que te has visto en la situación de estar pensando en adjetivos para describir algo que sientes, durante un tiempo, y a veces éstos no son suficientes, o no son los correctos, o no dicen todo lo que tenías en mente.

Porque hay cosas que simplemente no puedes explicar. Y eso que hay palabras en el diccionario. Y en cada nueva edición se siguen añadiendo más. Pero simplemente no. Esas no te valen. Ni a ti, ni a mí. Aunque busquemos sinónimos, en ocasiones nos quedamos cortos y jugamos a inventar palabras que tendrán nuestro significado.

Un niño italiano acaba de inventar la palabra «petaloso» para referirse a una flor llena de pétalos y si se propaga su uso la incluirán en el diccionario. Disfrutemos nosotros también de nuestra lengua.


Mientras tanto, una pareja en otro lugar…

– Oye, ven. Vamos a hacer un trato. Calla y besa. Si no te queda claro, te lo vuelvo a repetir, pero no digas nada, luego te lo explico. Si necesitas palabras, ya veremos como lo hacemos, pero ya verás como sobran, me apuesto lo que quieras. Pero ven, de verdad. Tenemos que hablar. Eso sí, no vas a oír ni una sola palabra. Mírame, muy muy cerca.

[…]

– ¿Lo entiendes ahora? ¿O necesitas que lo repita?

Le posó su dedo en los labios. Después lo quitó y acto seguido siguió con su boca. Estaba todo dicho. Hablaban la misma lengua.


El señor acabó de redondear palabras en su sopa de letras. Siguiente página. Otras dos sopas de letras más. Al final del cuadernillo vienen las soluciones, pero éste no ha querido comprobar si las ha encontrado todas. Para él, ese pasatiempo ya está completo.

 

Sentir

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Tocaba el piano desde hacía años. Sus amigos le llamaban «iceman», porque nunca parecía tener sentimientos. Y si los tenía, era imposible saber qué estaba sintiendo en ese momento. Realmente los tiene, claro que los tiene, muy escondidos y en el fondo del corazón. Es más de quedárselo todo guardado dentro, no le gusta hablar de ello a no ser que se lo intentes sacar de alguna forma sutil. Porque a veces si no se lo sacas, no te lo dirá.

Y ahí estaba yo, intentando saber qué sentía en ese momento. Le recordé las palabras más bonitas que me había dicho nunca: «Dice mi profesor de piano que desde que estoy contigo, la música que toco suena mejor.» Y cuando se lo dije me respondió otra de las frases que se me quedarán grabadas para siempre: «Tú me enseñaste a sentir».

Entonces fui yo la que se quedó sin palabras.