Supernova

adb304521173301edceebf381037a699Uno no elige lo que quiere sentir y cómo lo va a sentir hasta que sin darse cuenta se ve en una relación viviendo con tanta intensidad que no sabe darle al botón de pausar.

Hay emociones que simplemente surgen así, empiezan a brotar fuertes dentro de ti y van aumentando su potencia día a día. Hasta que una mañana te despiertas y estallas.

Los implicados en esa fuerza se ven afectados por lo que es pasar en cuestión de horas de una emoción muy grande, a de repente tener esa intensidad dentro de ti pero a trocitos.

No tiene diagnóstico precoz ya que esa explosión no es algo que se pueda controlar, simplemente ocurre. Y te pilla siempre desprevenido. Nunca puedes estar preparado para algo así. Además, estás tan volcado en esa relación que aunque notes que en tan poco tiempo estás sintiendo tanto, tampoco quieres dar un paso en falso, intentar suavizarlo y correr el riesgo de que se acabe todo de repente.

Sigues, disfrutando del momento, de cada día, cada hora, cada instante. No es lo mejor que te ha pasado, es lo mejor que te está pasando. Como trates de comerte la cabeza por lo que va a venir después, si lo que estás haciendo es lo correcto o no, dejas de disfrutar. Y tampoco quieres eso. Vives ahora, para hoy. Mañana ya veremos qué pasa. Hoy te centras en darlo todo por ti, por lo que tienes, por lo que quieres tener. Y sobre todo, por lo que quieras ser. Por ti, por la persona que tienes al lado, por como quieres que te recuerden.

Hasta que de pronto se acaba. Te deja todos los momentos vividos clavados dentro, donde solo tu puedes llegar. Porque lo que ha durado te ha calado tanto y tan profundamente que hasta te cuesta explicar lo que ha sido. Y tratarás de recordar cada instante vivido con la mayor de tus sonrisas, alegrándote de todo lo que has sido capaz de sentir. Lloras convenciéndote de que lo mejor está por llegar, tratas de sacarlo todo, desahogarte y tranquilizarte a partes iguales. No culpas a nadie porque muchas veces no hay nada que echarse en cara.

Porque de personas así no te desprendes de forma fácil. No somos de piedra. Por mucho que nos pongamos una coraza a la hora de sentir para que no nos hagan daño. Siempre aparece alguien capaz de llegar ahí.

Y tú llegaste, vaya si llegaste.

«El amor no tiene cura y es eterno mientras dura».

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foto1Se conocieron en el baño. Bueno, no en el mismo baño. Él en su casa, ella en la suya. Algunas mañanas coincidían a la hora de la ducha, se saludaban por las ventanas que daban al patio común y cada uno seguía con su rutinarias actividades mañaneras antes de salir de casa. Al volver por la tarde a veces volvían a coincidir también en el baño. De nuevo, él desde su ventana, ella desde la suya. Tenían una breve conversación tipo ascensor, cerraban las ventanas y hasta el día siguiente.

Un día ella bajó al patio a tender la ropa, al rato apareció él. No tenía nada que recoger pero disimuló que algo tenía que hacer allí con tal de hablar con ella. Estaba algo nervioso, después de coincidir tantas veces a las mismas horas en el baño y tras saberse de memoria su ropa interior al verla colgada en el tendedero todos los días, por fin estaban cara a cara. Ella hizo como si nada, recogió su ropa y le dio algo de conversación. Sabía que había bajado a propósito para coincidir con ella, pero se hizo la indiferente y subió a casa riéndose por dentro de la situación.

Él tocaba la guitarra, tenía un grupo de música y pasaba las horas muertas entre acordes. Por las tardes ella llegaba a casa, se quitaba sus inseparables zapatillas de cordones con las que se ha caminado el mundo entero, se tiraba en la cama agotada tras un día intenso y se ponía a escuchar las canciones del chico desde su habitación.

Para qué negarlo, esa no-relación tenía su encanto. Sin ser nada había feeling y tenían pequeñas rutinas entre ellos que hacían que cada día se imaginaran una curiosa historia de algo más entre vecinos.

Nunca pasó nada entre ellos, de hecho ella sospechaba que él estaba con una chica, pero las miradas de complicidad en el baño y en el tendedero tenían algo de especial. Sin ser nada y sin intenciones de serlo, él se acabó mudando. La música de la guitarra que ella oía desde su habitación dejó de sonar.

Suerte que ella consiguió saber cómo se llamaba el grupo para poder escucharlos en Spotify. Los siguió en Facebook y pudo seguirles la pista musical. A distancia pero recordando las miradas de una no-relación. O sí, pero para qué ponerle etiquetas y complicarse la vida.