Ayer, 29 de Marzo, estuve con mi mejor amiga y sus padres. Tenían ganas de ir a Santiago y decidieron hacer los últimos 5 Km andando, para ser originales. Cuando me dijeron que tenían esa idea, me empecé a reir pensando en la locura que querían hacer y mucho más cuando pensé en mi mejor amiga. Es tan vaga como yo, todo hay que decirlo. Al final, no sé de donde saqué fuerzas, pero me acabé yendo con ellos.
Creo que me motivó el que iba a estar un día entero con ella, así que igual eso fue lo que hizo que algo o más bien, alguien me sacara de casa un triste, gris y lluvioso día típico gallego. En fin, vaya caminito de Santiago. Tela.
Estoy sana y salva, que es lo importante, pero me cayó de agua encima, la que no me había caído en todo el invierno junto. Llevaba paraguas que se abría pero no se quedaba abierto, por lo tanto FAIL, así que Alba y yo fuimos como una bonita pareja enamorada bajo un mismo paraguas con cuidado para que no nos llevara el viento, que por poco nos tira al suelo. Uno de los paraguas se dio la vuelta y se acabó rompiendo. Muy listo el viento, sí. Hoy dicen que hay alerta naranja por vientos, pero aún no he salido volando.
Como bien se sabrá, Santiago es una ciudad mojada. Siempre llueve, vayas cuando vayas, cosa que en Galicia, es típico también, así que tampoco me preocupa, es normal. Cuando llueve, se forman charcos enormes en la tierra, asfalto, acera y todo lo que pises. Como la pija de la autora de este blog, es la lista que no se trae por lo menos las Converse, iba con sus botines claros metiendo los pies en los charcos y pasando de todo. Esquivarlos habría hecho que tardásemos el doble en llegar a la catedral.
Al final, mis pies acabaron calados. Mis calcetines calados. La parte del tobillo de los vaqueros pitillos, calados también. Luego llegamos finalmente a la catedral y como recompensa, tomamos empanada, pulpo, lacón y vieiras. Todo muy bueno y después nos metimos bajo la lluvia para dar otro paseo por la zona. Alba quería un anillo de azabache, recorrimos todas las platerías que había buscando uno. Cuando lo teníamos, no sé porqué no se lo compró. Ella también es muy lista. Creo que aprendí de ella.
Luego me llevaron a casa de mis abuelos y allí me quedé. Acabé cogiendo un secador para secar la ropa y mis botas. Metí el secador demasiado y lo acabé quemando. Lo sé, nuevamente, soy listísima. Por cierto, me alisé el pelo y llegué a casa con él como lo tenía originalmente, con unas ondulaciones preciosas, que sobraban, después de haberme freído el pelo el día anterior ¬¬
Por lo demás bien, nos echamos las risas, fotos y hubo las anécdotas corrspondientes. En definitiva: estuvo genial. En serio, creo que la vaga de turno, hasta repetiría 😛