Sugar, spice and everything nice.

Por fin encuentro algo que me gusta hacer como afición

Porque gustar me gusta hacer muchas cosas. Pero quiero pensar en algo que se me de bien y que me guste hacer. Esas habilidades que uno tiene y a las que les saca partido.

Desde hace un año y medio, con esto de tener pareja y tener que pensar en regalos, (para hombre, que mira que sois difíciles, leñe) muchas han sido las ocasiones en las que exprimiéndome el coco tenía que pensar en algo original que regalar. Ya son unas cuantas veces las que he tenido que recurrir a la cocina.

Sí, la magia de mezclar harina con huevos, azúcar y agua para hacer galletas, muffins o tartas y ver como va evolucionando desde que es una masa hasta que es un pastelito. Es como ver crecer un niño y estar orgulloso de cómo es cuando es mayor por el esfuerzo y empeño que has puesto en él (dejad aparte mi comparación de los niños con la comida, que no soy la bruja de Hansel y Grettel y vais a tener una imagen de mí poco recomendable).

Pues eso, los pastelitos en general son un regalo bonito. Lo único malo es que se acaban, pero si te salen bien te pueden pedir que hagas más y eso te motiva para volver a meterte en la cocina. Pero no solo cosas dulces… Anda que no es romántico preparar una cena para dos con unas velitas y cenar juntos.

En fin, estoy feliz porque me he dado cuenta de que tengo un verdadero hobby que es cocinar, en especial cosas dulces. De mayor seré una abuelita adorable haciendo postres para mis nietos. Me entusiasma hacer muffins, son mi verdadera especialidad. Los mejores icings que he probado, los de Taste of America.

Pero claro, entre tanto azúcar, se me ha ido la inspiración para este San Valentín. No me apetece volver a tirar de la cocina, pero si no se me ocurre nada, tendré que usar el comodín azucarado. Se aceptan sugerencias y tal. Recuerdo: para hombre.

Cómo sobrevivir a 2º de bachillerato: semanas 14 y 15

Vuelta de vacaciones, vuelta a la rutina y vuelta a estudiar… De exámenes hasta el viernes día 17 de febrero. Maravilloso. Odio 2º de bachillerato.

No os voy a contar nada más. Sobre el ¿cómo sobrevivir? Estudiando todos los días y no dejando todo para el final y que aún así a veces te pille el toro.

Tristemente paso más horas de las que debería estudiando, pero éstas no me cunden. Bueno, sí. En todas las asignaturas. Pero en historia no. El asco que le tengo a la asignatura me juega malas pasadas, me leo el tema mil unas veces, me pregunto otras tantas porqué me hacen aprenderme estas cosas, me hago una ligera idea y llego al examen, escupo lo que me sé y me quedo en el 4’5. Ese casi aprobado suspenso.

Sorprendentemente he encontrado una forma de hacer que en historia me cunda el tiempo de estudio. Se llama resumir. Sí, eso que hacéis o habéis hecho todos y que lleva existiendo años. Pero mi desmotivación con historia es tan elevada que se me quitan las ganas, coloreo las páginas de amarillo y verde fosforito y con leerlo unas veces intento que se me quede. Ahora no. Desde hace tres días, para ser exactos. Subrayo el tema leyéndolo con atención, lo paso a un resumen y cuando termino de escribirlo me quedo con nombres, batallas… Algo. Me alegra irme a la cama y que aparezca en mi cabeza «Constitución de 1869», «Amadeo» o «María Cristina de Habsburgo». Es buena señal. Por lo menos no sueño con ello porque mi imaginación histórica no es algo muy distinto a pensar en guerras y que aparezca Brad Pit luchando en Troya. Afortunadamente han pasado más años y ahora usan armas de esas que aparecen en los telediarios. El caso, antes me leía todo y no se me quedaba ni la mitad y ahora haciendo un resúmen me entero de qué va la cosa.

Resumir en historia parece que me va bien. Veremos el jueves cuando llegue al examen.

Ah ¿sabéis qué? Esta semana tuve un examen de filosofía y por primera vez dejé el examen en blanco. No. No estoy orgullosa. No. No lo he celebrado con pastelitos ni canapés. Me puse de los nervios. A punto de llorar. Me estudié todo el pensamiento de Descartes menos las tres pruebas de demostrar la existencia de Dios. Me las leí, pero a última hora por la noche cuando ya se me estaban cerrando los ojos y el trabajo no estaba siendo productivo. Por lo menos el examen cuenta como una nota de clase como cuando traes o no los deberes, aún así, no es para celebrarlo tampoco. Para el día siguiente pidió un comentario de texto del mismo autor. Se lo hice sin rechistar.

Cuando estudio filosofía, no paso un mal rato, me dibujo lo que pone en los apuntes, si hablan de que el hombre tiene cuerpo y alma, dibujo un monigote con una línea alrededor que lo recorre como si fuese el alma. Que aparece Dios, dibujo otro monigote con un triángulo en la cabeza y alas. Tambien hago flechitas y represento los sentidos dibujando una boca, ojos, manos u orejas. Así me entero. Por eso me cuesta menos estudiar filosofía. Aparte de porque me motiva, porque encuentro formas de representarlo. Con historia al principio lo hacía, pero cada vez se me hacía más difícil representar reyes, batallas y años.

Conclusiones:

  1. Espero que resumiendo me vaya mejor con historia.
  2. No quiero volver a estar en la última fila de atrás, con una hoja en blanco delante de mí en la que sólo pone mi nombre. Es una sensación terrible quedar delante del profesor como que no tienes interés por el estudio y que eres una negada para estudiar.

He dicho.

Seguiré informando de la maravillosa vida del estudiante de 2º de bachillerato.