Por fin encuentro algo que me gusta hacer como afición…
Porque gustar me gusta hacer muchas cosas. Pero quiero pensar en algo que se me de bien y que me guste hacer. Esas habilidades que uno tiene y a las que les saca partido.
Desde hace un año y medio, con esto de tener pareja y tener que pensar en regalos, (para hombre, que mira que sois difíciles, leñe) muchas han sido las ocasiones en las que exprimiéndome el coco tenía que pensar en algo original que regalar. Ya son unas cuantas veces las que he tenido que recurrir a la cocina.
Sí, la magia de mezclar harina con huevos, azúcar y agua para hacer galletas, muffins o tartas y ver como va evolucionando desde que es una masa hasta que es un pastelito. Es como ver crecer un niño y estar orgulloso de cómo es cuando es mayor por el esfuerzo y empeño que has puesto en él (dejad aparte mi comparación de los niños con la comida, que no soy la bruja de Hansel y Grettel y vais a tener una imagen de mí poco recomendable).
Pues eso, los pastelitos en general son un regalo bonito. Lo único malo es que se acaban, pero si te salen bien te pueden pedir que hagas más y eso te motiva para volver a meterte en la cocina. Pero no solo cosas dulces… Anda que no es romántico preparar una cena para dos con unas velitas y cenar juntos.
En fin, estoy feliz porque me he dado cuenta de que tengo un verdadero hobby que es cocinar, en especial cosas dulces. De mayor seré una abuelita adorable haciendo postres para mis nietos. Me entusiasma hacer muffins, son mi verdadera especialidad. Los mejores icings que he probado, los de Taste of America.
Pero claro, entre tanto azúcar, se me ha ido la inspiración para este San Valentín. No me apetece volver a tirar de la cocina, pero si no se me ocurre nada, tendré que usar el comodín azucarado. Se aceptan sugerencias y tal. Recuerdo: para hombre.