Se quedó con ganas de un beso… Esa despedida lo pedía a gritos.
No sabía de qué iba a ser ese beso, no sabía como iba a reaccionar ni como iba a sentirse si lo hacia. Esa muestra de cariño no podía ser solo de amistad, los amigos no se besan así.
El momento era para besarse. Completamente. Sin saber cuando iban a volver a verse porque no se pusieron fecha de volver a hacerlo. Le entró miedo hacerlo, pensar qué podría pasar si lo hacia.
Como la primera vez, el beso de la apuesta con el que se lanzó. Sí. Se apostó un beso, como quien apuesta que a la siguiente ronda de cervezas invita.
Se asustó por no saber en qué se convertiría ese gesto. Ese que cada día muchos malgastan sin darle importancia, que un beso no tiene que cambiar nada, que puedes dárselo a quien sea aunque no tengas nada especial. Pero no, en su interior significa mucho más. Algunos dirán que exagera, que no es para tanto.
Quizás pensó demasiado y a esas cosas no hay que darle tantas vueltas. Estuvo un ratito pensando: «cómo me despido, qué hago». Y aunque al final fue como finalmente decidió hacerlo, sin ese beso, se durmió pensando que tenía que haberlo dado.
Dejar un recuerdo especial de algún tipo.
Eso sí, a la mañana siguiente, se despertó con él. Con un bonito recuerdo.
El resto de la historia, aún está escribiéndose.
Continuará.
Deseando estoy de leer la segunda parte 😉
No sé si habrá segundas partes, por ahora creo que será una muy larga 🙂