Entre nubes está el recuerdo

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Dicen que los recuerdos que tienes se graban mejor cuando realizas viajes. Momentos, personas, lugares, curiosidades, sabores de una ciudad que hacen que el tiempo que pases en ella sea inolvidable. Estoy segura de que al decir esta frase has elegido el destino de un viaje que hiciste. Esa es la prueba de que lo que vives en un viaje merece ser recordado siempre. Cada vez que despegas, cuando vuelas de vuelta a casa y aterrizas, tu maleta incluye un montón de vivencias que te pertenecen a ti y a la ciudad escogida para vivirlo. Quizás sientas esos nervios llenos de emoción. Que la tripa te haga cosquilleos mientras estás en el avión. Que tengas ganas de vivir más de eso. Que de estos momentos es de lo que está hecha tu vida.

Por eso, para recordar, viaja. Saborea cada plato nuevo. Huélelo todo, desde el café del desayuno, el de especias de tu comida, el del vino nuevo que pruebas, hasta las sábanas limpias cuando te acuestas. Han descubierto que a los enfermos de alzheimer les ayudan a recordar haciéndoles oler esencias de cosas que hayan respirado antes. La música también ayuda a recordar y ha sido usada en estos pacientes. Si puedes escuchar algo especial cuando tengas un ratito sólo para ti durante ese viaje, te invito a hacerlo. Dedícatelo. Porque valdrá la pena que se quede contigo. No sé tú, pero yo tengo recuerdos que quizá habrían pasado desapercibidos si no fuera porque recuerdo la canción que sonaba en ese momento.

Abre los ojos y deja tu corazón dispuesto a sentir, que los cinco sentidos harán que se te quede grabado para siempre.

A mi 2016

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A este año le pido principalmente: viajar. Hacer viajes y vuelos inesperados que me sigan haciendo crecer. Que los mejores recuerdos se crean cuando sales de casa y de la rutina. También le pido sentir muy fuerte, retos que me pongan a prueba, disfrutar al escuchar canciones recomendadas que no conozco, dar besos llenos de cariño, recibir abrazos en los que quedarme a vivir, pintardespintar labios rojos, reducir distancias a milímetros, disfrutar de fotos delante y detrás del objetivo, palabras y personas por las que dejarme inspirar, bocados que me dejen con ganas de repetir mil veces, noches de cervezas… Y siempre brindar mirando a los ojos.

«Ser feliz es entender que este es el mejor momento.» – Marwan.

Diciembre de recapitulación

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Este año no he parado de decirlo. Algunos me lo habéis notado. He sido puro torbellino de emociones. Y eso se ha visto reflejado en mis hormonas, en mis hábitos alimenticios, en mi personalidad, en mis emociones, en mis comportamientos en casa, en mi familia… En todo. Hasta que por fin llegó la estabilidad. La calma. Hoy puedo decir que estoy terminando el año como no me imaginaba en enero que lo terminaría.

Esta vez Facebook se ha encargado de recordar lo que había hecho ese día el año pasado, el anterior, el de antes… A vosotros también os lo ha recordado. Ha habido días que he adorado rememorar esos recuerdos. Otros han sentado peor, pero en todos ellos he podido reflexionar y alegrarme de estar donde estoy. Quiero que en 2016 me empiece a recordar cómo ha sido este. Porque de verdad, ha sido emocionante.

Este año he llorado como hacía tiempo que no lo hacía. No me arrepiento de haberlo hecho, me he desahogado como y cuando hacía falta. Y lo mejor es que tengo un bonito recuerdo de esos días. He soltado lágrimas por amor y aunque fuera con toda la rabia e impotencia del mundo, me puedo recordar con cariño al saber que al final me iba a ir bien. Ya lo decía Lennon, si al final no sale bien, es que no es el final. Me he rodeado de las mejores personas, esas que me han dado los abrazos más gigantes y  reparadores que he recibido jamás. Que aunque en esos momentos me sintiese derrumbada, sin hambre, sin ganas de hacer nada, después he salido reforzada. Pero no todo han sido lágrimas agridulces.  También he llorado de emoción, he sentido cosas tan j*didamente bonitas, me han dicho palabras, he leído emails y he vivido momentos tan especiales que esas lágrimas han sido las más increíbles que he tenido. Y esas emociones son las que nos hacen sentir más vivos que nunca. Porque sí, este año (y va para largo), estoy con las emociones a flor de piel. Me siento más sensible y blandita que nunca.

Este 2015 ha sido movidito, muy movidito. Este año es uno de esos donde diría que volvería a vivirlo. Todo. Con sus partes buenas y las no tan buenas. En las buenas volvería a disfrutar a cámara lenta, en las malas volvería a aprender. Porque lo he hecho como nunca. Me he conocido también como nunca aunque para qué negarlo, también me he desorientado. Y lo que me queda. Dicen que de conocerte no terminas de hacerlo en la vida, que siempre habrá algo capaz de sorprenderte cuando menos te lo esperes. Me he visto en situaciones muy diferentes que me han pillado por sorpresa y me han puesto a prueba. He conocido sitios, he redescubierto lugares, he capturado momentos, he disfrutado bocados… Durante estos 12 meses he tenido el honor de conocer el interior de personas que ya conocía  de antes pero a las que nunca me había abierto tanto y ellos también lo han hecho conmigo. Éstas son tan bonitas por dentro y por fuera que me muero por seguir compartiendo con ellos estos momentos. No hace falta que los mencione, ellos saben quienes son. Por todas esas conversaciones en persona o vía chat: Gracias, de corazón.

El 2016 viene pisando fuerte. Voy a terminar la carrera, en los próximos 5 meses tengo tres escapadas fuera de España programadas y quizás le pueda dar un giro profesional a mi vida. Lo último es quizá algo más ambicioso pero no será por falta de ganas.

Mi 2015 queda marcado por personas y las emociones que me han hecho vivir. Por el aprendizaje que he ganado. Por un viaje. O varios. Por muchas casualidades. Y por una apuesta.

¿Hacemos del 2016 otro año que recordar?

Personas con mundo

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Me gustan las personas con mundo. Personas que han viajado y vivido al menos unos días en otras ciudades, países, continentes… Que se han adaptado a una cultura, que se han integrado en ella durante un periodo de tiempo. Que al hablar con ellas ves que son conscientes de lo que les rodea, que aprenden a disfrutar y valorar lo que tienen, que siempre tienen ansia por conocer más. Tienen buena conversación, saben de lo que hablan, pueden comparar y contarte curiosidades de lugares en los que han estado, de otros sitios donde ansían estar algún día. Que hablan desde la experiencia, que están llenos de historias que contar, tantas, que dan ganas de quedarte escuchándolos horas. Que cuando te cuentan algo sobre un destino que está lejos  hacen que lo puedas sentir muy cerca.

Cuando viajas, viajas contigo. Da igual donde estés, siempre eres tú. Lo que te rodea y lo que vives hace que te vayas construyendo, es lo que te hace ser lo que eres. La gente que ha viajado está llena de pedacitos de otras ciudades. Y cuando hablas con esas personas, se nota.  Porque hay cosas que marcan. Viajar te hace más rico: en cultura, en conocimiento, en experiencia. Si has llorado con una aurora boreal con la que llevabas años soñando, si has reído locamente mientras disfrutabas de una cerveza local, si te has perdido usando el transporte público donde todas las paradas tienen nombres que no conoces, si te has encontrado en las plazas y calles de las que siempre te hablaban, si has mordido con ganas cada plato típico del lugar,  si te has enamorado perdidamente en los rincones de una ciudad. Al final vas dejando el corazón en un montón de sitios.

Personas con mundo, esas que disfrutan del viaje pero también del trayecto. De la ilusión de prepararlo. Que siempre tienen en la cabeza un destino al que irían mañana, y disfrutan cotilleando precios en sus ratos libres. Por si alguna vez se les va el cursor sin querer al botón de «realizar compra». Sin remordimientos. Por si algún día se plantan de repente en un nuevo destino con la maleta llena de páginas en blanco que llenar de ilusión. De momentos. De vida. Crea recuerdos por todo el mundo: las mejores historias están entre los disparos de una cámara, entre los tickets de metro gastados, entre las páginas de un pasaporte.

Quiero…

EyePoetry3Quiero hacer muchas cosas contigo pero una de ellas en especial. Ya sabes que me encanta viajar y probablemente sepas que muy a menudo estoy mirando vuelos para poder irme contigo a algún lugar. Sé que los dos queremos salir de España y en especial ir a Francia. A París o a cualquier ciudad no tan conocida donde perdernos y donde hablar en inglés y chapurrear cuatro palabras de francés.

Sé que si fuésemos a París sería un fin de semana porque no nos daría para más con lo caro que es todo allí. Además con lo que nos gastamos en comer fuera en restaurantes bonitos durante el año, tampoco conseguimos ahorrar de manera prudente. Igual iríamos a un hotel de tres estrellas máximo, o un apartamento en Airbnb, lo que sea. Si fuese un fin de semana, aunque ya lo conozca, quiero verlo de nuevo contigo. Esta ciudad nunca cansa, cada esquina es preciosa y contigo lo será mucho más.

Me dan ganas de decirte que vayamos a pateárnosla entera, salir por la mañana tras desayunar y remolonear, coger un mapa y empezar a andar y recorrérnosla entera. Place Vendôme, Place de la Concorde y los Champs-Élysées enteros, hasta el Arc de Triomphe. Cuando estuviésemos cansados nos tomaríamos un café au lait o un chocolat con macarons y croissants. Tienes que conocer los mejores macarons del mundo, los de Ladurée. Te los traje una vez cuando volví de París, pero tienes que probarlos estando allí. Saben incluso mejor. Cogeríamos un metro para ir al Louvre y entraríamos a ver algunas de sus zonas más emblemáticas. Más tarde nos entraría el hambre, comeríamos en una brasserie una soupe a l’oignon au fromage y de postre una crème brûlée.

Seguimos andando más y más. Subimos a Montmartre y nos quedamos maravillados con las vistas desde allí arriba. Vamos fotografiando cada rincón, perdiéndonos por sus calles sin mirar el mapa, qué mas dará. Es París, siempre encuentras algo bonito que ver. Volvemos al centro y pedimos un taxi a la Tour Eiffel paseamos por el Pont Alexandre III, Pont des Arts, nos quedamos maravillados con  Notre Dame, entramos en la famosa librería Shakespeare and Company… Se nos va acabando el día. Un día al que parece que le faltan horas.

Querría pasear toda la noche, tras bebernos una botella de vino entre los dos y tomarnos unos cuantos quesos. Me encantaría asegurarme de que no nos dejamos nada sin ver, que aprovechamos al máximo que estamos solos en una ciudad fuera de España, que somos jóvenes y tenemos energía para no parar de andar y de recorrer todas sus diferentes zonas.

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En algún momento volveríamos a la habitación y nos echaríamos en la cama, a dormir, muertos del cansancio pero no antes de comernos a besos como si no hubiese mañana, como si fuese el mejor fin de semana de nuestra vida, como si el mundo se acabase pasado mañana y nos pillara en medio de un viaje. Nuestro viaje. Me encantaría acostarme contigo y sentirme la persona más feliz del mundo, por estar esa noche juntos fuera de casa, por haber cumplido uno de tantos sueños que tenemos de viajar juntos.

Me muero de ganas de enseñarte ciudades en las que ya he estado, contigo seguro que son mil veces más bonitas, quiero que me enseñes esas en las que has estado tú de Italia. Tu única vez fuera de España y pudiste ver mucho más que yo en la bota italiana. También quiero estar en sitios donde no hayamos estado ninguno de los dos… Donde sea, pero juntos. No puedo parar de imaginarme viajando contigo en algún momento. Ojalá no tardemos mucho en hacer esas ilusiones realidad. Después de cuatro años juntos, tenemos mucho mundo que recorrer.

Te quiero.

Japan facts

Este fin de año lo he pasado en el otro lado del mundo. Nos fuimos a Japón a ver qué se cocía por allí y no nos dejó indiferentes, por la comida, la arquitectura y sobre todo por la sociedad.

Aquí van los momentos y vivencias destacados:

  • Hacer el viaje desde España sale más barato con Emirates que con Iberia. Además Iberia hace escala en Londres y Emirates la hace en Dubai. Mucho mejor hacer el viaje hacia oriente de 7h y luego hacer las 10h hasta Tokio. Si no, de Londres a Tokio se te hace eterno.
  • Emirates funciona mejor en los aeropuertos fuera de su país de origen (ya que en Dubai tienen el aeropuerto oficial). Viajando con Emirates queda todo mejor organizado en los aeropuertos de Madrid y Tokio que en el propio Dubai, por mucho que tengan la T3 donde solo están los vuelos de Emirates.
  • Emirates discrimina mucho. Si vas en turista no te juntas con business ni con primera. Vayas en la clase que vayas, te excluyen del resto. Si vas en primera te aplauden por ser el ricachón que paga la millonada en hacer el trayecto, si vas en business te hacen fiestas pero también te hacen ver que no eres tan genial como los de primera y si vas en turista ya se ríen en tu cara.
  • Al llegar a Japón te das cuenta de que reina el silencio, en el taxi, en el hotel, en el restaurante y hasta en la calle (hasta que cae la noche en Shibuya).
  • El famoso cruce de Shibuya impresiona a partir de las 6pm. Con la luz del día es un cruce como el de Gran Vía en Madrid, o alguno paralelo a Times Square por la mañana, hay gente pero no asusta
  • El metro de Tokio es barato, funciona de maravilla y como plus, tiene los asientos mullidos y en invierno los sitios calentitos.
  • Tengo la ligera sospecha de que las japonesas o se cogen mil cistitis o tienen el culo muy sensible, esto segundo también puede ser aplicado al sexo masculino. Dicho esto, entenderéis la relación entre el anterior punto y el siguiente.
  • El váter japonés más común tiene unos botones en su lateral donde tras terminar de hacer tus necesidades, tienes un botón que echa un chorrito de agua hacia arriba, algunos echan también aire… Ya sabéis para qué. Ah, y el asiento también está calentito.

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  • Se supone que son unos enfermos sexuales, pero solo vimos representaciones manga subidas de tono en Akihabara Electric Town (donde se concentran la mayor parte de tiendas de electrónica de Japón). Y en los sex shops en los que no entré de Shibuya.
  • No vimos gente vestida de Cosplay por la calle como esperábamos encontrar, ni en pleno Shibuya a las 8 de la noche. Solo un par de chicas haciéndose una foto vestidas de babydolls.
  • No hay tantas aglomeraciones de gente, agobia más Nueva York o Gran Vía si bajas en el puente de diciembre a ver las luces de navidad.
  • A los japoneses les encanta hacer colas. Las hacen para todo y de una forma tan ordenada que aunque seas el último detrás de 10 familias con niños, se mueve tan rápido que en un santiamén llega tu turno.
  • Parece que no hay horas determinadas para comer. Pueden ser las 12 de la mañana y habrá alguien comiendo sushi o pueden ser las 16h y también habrá alguien comiendose un plato de ramen. Parece que cuando tienen hambre, comen lo que pillan.
  • A la hora de comer tienes tanto donde elegir que agobia un poco. No tienen restaurantes donde haya de todo, tienes el kaiten sushi, donde te sirven mil nigiris diferentes, tienes el de ramen, el de gambas y pollo rebozado de aspecto KFC, el de tempura, el de curry y el de shabu-shabu (lo que vendría siendo una fondue de carne occidental). No hay restaurantes donde puedes pedir tres cosas típicas, tienes que ir de restaurante en restaurante para conseguir comer todos los platos regionales. Eso sí pidas lo que pidas, te traen mil acompañantes con todo. Y luego ten suerte de que en el restaurante tengan carta en inglés de Google Translate.

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  • En muy pocos sitios te entienden en inglés. Es todo por señas y aunque sepan que eres occidental te sueltan parrafadas en japonés a las que solo puedes sonreír y asentir.
  • Son adorables. Todos. Te hablan sonriendo, con un tono de voz que parece de dibujo animado para niños, son educadísimos, no levantan la voz para nada, te explican todo como pueden y si no lo entiendes llaman a sus compañeros para que entre todos entiendas lo que te quieren decir en japonés-señas.
  • En rebajas tienen tradición las bolsas sorpresa por las que pagas un precio y te llevas la que quieras con una mezcla de artículos de la tienda. En cada local hay bolsas de este estilo, locales que ponen sus bolsas en torno a los 30€ hasta locales que las tienen por 300€.
  • Si queréis ver de verdad lo que es la locura de las rebajas, hay que ir a Shibuya 109, el centro comercial donde se adquieren las últimas tendencias, el primer día de la fiesta de los descuentos. Dependientas subidas a escaleras con megáfonos, gritando hasta quedarse afónicas. Todo lleno de gente. Si tienes agorafobia, ahí metido puedes morir de un infarto.
  • En Shibuya chicas con taconazos, a todas horas. Cortísimas y luciendo pierna en pleno enero también. La moda son botas por encima de la rodilla y minifaldas que son cinturones anchos. O eso o cualquier conjunto con veinte estampados diferentes que no pegan ni con cola y unas UGG de cualquier color.
  • Los iconos de WhatsApp que no conocías, los encuentras repartidos por Japón. Su forma de decir no es la muñeca con los brazos cruzados, no moviendo el dedo índice. Todos los iconos de comida están en cada tipo de restaurante específico. Las decoraciones extrañas como el macetero con los bambús existen y son un símbolo de bienvenida al año nuevo.

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Así pues, os animo y recomiendo que si tenéis oportunidad de ir a Japón, lo hagáis de cabeza, es una experiencia estupenda y se aprende mucho de las costumbres de los demás.

 

New York

Genial. Maravilloso. Emocionante. Tanto, que hasta se me saltaron las lágrimas mientras aterrizábamos ¿por qué? Porque llevo años queriendo estar allí y no me podía creer que por fin pasearía por sus enormes avenidas repletas de edificios altísimos e impactantes. Un destino al que vas a hacer compras locas aprovechando la diferencia de los precios. Una ciudad que funciona tan tecnológicamente bien, que me iría a vivir allí con tal de parecer menos friki en España.

Allí el smartphone es más listo que aquí. Foursquare funciona de maravilla, todo el mundo lo conoce y hay promociones en el 95% de los sitios en donde haces check-in. Allí es difícil encontrarte un lugar sin mayor, todos juegan. No como aquí que entre mis amigos, que sea la única de mi quinta que hace check-in en cada lugar me hace quedar como la friki que no se separa del iPhone. Menos mal que si salgo con mis padres y amigos suyos, soy una más que abre la app de Foursquare. Además, gracias a los check-ins, mi abuela me leía en Facebook y sabía si estaba desayunando unos huevos fritos con bacon y french toast, si estaba en Central Park tras haber ido a la Apple Store o si estaba en Victoria’s Secret. Sí, la tecnología tambien ha llegado a mis abuelos y se esparce por mi familia, por eso tenemos un grupo en Facebook en el que estamos todos. Somos así de frikis. Unos más que otros, no lo puedo negar. Pero aún así, me encanta. Cambiemos de red social: Twitter. Todas las tiendas y negocios tienen su cuenta y muchos de ellos tambien están en Youtube. En los escaparates ves las pegatinas de cada red social y un código bidi que te lleva a información adicional. Eso aquí, está ¿empezando? Venga ya, hay que ponerse las pilas mucho más para poder alcanzar el nivel de vida que tienen allí.

Fuera de lo tecnológico. La gran mayoría de los trabajadores, disfrutan con su trabajo (o por lo menos lo disimulan) y ponen todo su empeño por tratarte lo mejor posible. En restaurantes el camarero te saluda, te dice como se llama y te recomienda lo mejor de la carta, te va preguntando a lo largo de la comida si va todo bien o si falta algo… Da gusto. En tiendas de ropa tienes un dependiente que te aconseja lo que mejor te puede ir según tus medidas si no sabes cual es la forma que mejor te sienta, como ocurrió en Levi’s, o está contigo ayudándote a buscar cualquier conjunto de ropa interior hasta que consigue que alguno de ellos se adapte a tus gustos. Hasta que no terminas la compra no se separa de ti y se encarga de que estés satisfecho. Luego a la hora de pagar te preguntan si te acuerdas de cómo se llamaba la persona que te ha atendido y eso les hará ganarse una propina de más, por lo que motiva y te apetece trabajar.

El paisaje tambien es impactante. Las calles llenas de rascacielos, cada cual más alto que el anterior y a veces entre ellos aparecen edificios de estilo antiguo. Al lado, otro rascacielos que deja a ese edificio con encanto, como uno minúsculo. Por la noche, Times Square es un espectáculo de luz y color que merece la pena vivir en persona. No es lo mismo que te cuenten un concierto y cómo fueron los efectos especiales, o lo vives o no es lo mismo. Esta plaza, igual. Alucinante. Seguro que desde el avión se pueden ver las luces y sabes qué es. Central Park es enorme y muy bonito. No fuimos capaces de encontrar el famoso puente ni el embarcadero, pero aún así pudimos apreciar lo bonito que es y la cantidad de ardillas adorables que corretean alrededor. Porque esa es otra, las ardillas no se separan de ti si estás cerca de algún sitio verde.

La única pega que puedo poner es la hora a la que anochece, que es relativamente pronto, a las 18h ya tienes un bonito atardecer que fotografiar y una hora después ya era noche cerrada. Como en España cuando cambian la hora. La sensación era de tener que cenar ya y a dormir,. Encima con el cansancio que te venía a esas horas, con más razón. Suerte que con el jetlag nos despertábamos a las 8 sin quejarnos, a las 9 estábamos en la calle desayunando en un café, a las 17h llevábamos todo el día andando y estábamos cansados. Nos cundían los días al 100%

Esta ha sido mi experiencia neoyorkina. Lo que más eché en falta, fue la conexión de datos, encima coincidió con la caída de las Blackberries y estuvimos algo aislados del mundo durante esos días. Suerte tambien que había zonas de la ciudad con wifis abiertas y algo al día sí podía estar. Otro punto a favor de esta ciudad.

Sin duda, quiero volver. Pocas veces una ciudad me deja con ganas de más.