(Imagen: Parroquia de San Miguel, Las Rozas, tras la batalla de La Niebla, entre diciembre de 1936 y enero de 1937)
Es ley de vida. Naces, creces, te reproduces y mueres. Más tarde o más temprano pero es así. Probablemente, pocos hayáis tenido la suerte de conocer a una persona de noventa años y pico con quien poder hablar. Probablemente de ese pequeño porcentaje, no todos os habrán contado batallitas de la época. Pero hay muchos grados de batallitas y de lo que quiero hablar hoy es de las que fueron más que eso.
Las batallitas a las que me quiero referir son a la Guerra Civil Española, que comprendió los años 1936 a 1939. Bien, todos sabemos lo que pasó, cómo pasó, porqué y cómo acabó. Pero estoy al 100% segura de que uno o ninguno ha tenido la experiencia de hablar con una persona que os pueda contar cómo lo vivió él. Desde dentro de la mismísima trinchera. Matando a todo aquel que apareciese por delante y que iba contra él. Seguro que uno o ninguno ha escuchado a una persona de más de noventa años, contar con todos los detalles que puede recordar, cómo se sentía mientras volaban balas a su alrededor. Cómo por ser una guerra civil, tenía que terminar con la vida de personas que podían ser sus amigos porque les había tocado estar en el otro bando. Escuchar cómo se alegra de haber salido de semejante hecho histórico con vida diciendo «yo pude sobrevivir y salir vivo de ahí».
Es triste, tarde o temprano llegará el momento en el que esta persona se vaya, y con él, se irán todos esos recuerdos que nadie mejor que él podría describir. Es un placer poder tener la oportunidad de escuchar de primera mano, hechos tan importantes que marcaron todo un período de la historia. Nadie como un bisabuelo que aún a sus 95 años es capaz de recordar a duras penas, ese trágico capítulo de la historia española que duró tres largos años. Salir de su pueblo a sus 17 y no volver hasta tres años después. Es extraño coger los apuntes de historia, estudiarlos y pensar que ese señor que ha vivido contigo en verano, que te traía colines cuando iba a comprar el pan, estuvo metido en un hecho histórico que te ha tocado estudiar. De la misma manera que iba a comprar el pan, una actividad tan normal como esa, tuvo que convertir en algo frecuente el hecho de apretar un gatillo y ver caer a una persona en frente suyo. Pensar en que tú lo estudias, pero él ha escuchado las balas silbando detrás de sus oídos.
Dan ganas de quedarte con él horas y horas exprimiendo entre sus recuerdos, tratando que te cuente aún más mientras sus ojos se vuelven llorosos. Ver cómo intenta hacer todos los esfuerzos posibles para intentar contarte más para que entiendas tú también lo duro que es estar ahí. Que te diga que por el monte que tienes más cerca de casa, hace muchos años tuvo que bajar corriendo porque le perseguían, girarse, matar a los que corrían tras él y seguir cuesta abajo como si nada hubiese pasado.
Oportunidades de este tipo no se tiene todos los días y es muy triste que personas así no puedan vivir siempre, que puedan quedar sus historias de primera mano, para poder seguir haciéndoselo llegar a los siguientes generación tras generación. Me encantaría pensar que mis hijos podrían hablar con mi bisabuelo, porque nadie como él puede explicar mejor un hecho como este desde la experiencia. Ni siquiera escribiendo esto puedo expresarlo mejor que él mientras me emociona. Es hablar de tres generaciones atrás. Y en cuanto él se marche, quedará en la historia que nunca podré volver a escuchar.
Bonita!!!! qué texto mas precioso!
Hacía tiempo que no te podía leer, pero ahora que he vuelto a hacerlo no me arrepiento nada!!
Un besazo enorme, te quierooo!!
Laura (Nessie)