-» Las puertas de embarque están cerradas, pongan sus dispositivos en modo avión y asegurense de que sus pertenencias están en los compartimentos superiores.»
Echamos a correr y el avión sale disparado de la pista al aire. En ese momento confías más en el piloto que en ti mismo. Y te olvidas de donde estás.
Por la ventanilla se ve el paisaje y salvo algunas referencias que conozcas de la ciudad, desde arriba dejas de reconocerla. Hora de perder el rumbo y dejarse llevar.
En un vuelo largo te olvidas de la hora, comes cuando aparece tu bandeja de comida y duermes cuando apagan las luces. Muchos quieren llegar sin jetlag a su destino y aguantan despiertos. Porque en un vuelo no hay horas. Despegas en un lugar donde el horario es GMT(+1) y puedes aterrizar en un lugar donde sea GMT (-7). Podría llegar a considerarlo un viaje en el tiempo porque tu avión no pertenece a ningún huso horario.
Despegas en tu ciudad a la hora de comer y puedes aterrizar en la otra también a la hora de comer. ¿Y mi día? ¿Quién se lo ha llevado? Soy consciente de que han pasado unas horas ¿Pretenden que coma dos veces y haga como si nada? ¿O que haya despegado en lunes por la noche y que aterrice aún siendo lunes por la mañana? Con lo que odio los lunes ¡lo que me faltaba! Tener uno interminable de verdad.
En un avión eres como tu mismo y tus circunstancias. Tú solito, alejado del mundo, en el tuyo propio que ocurre en el avión. En tu lugar en medio del cielo que no pertenece a ningún sitio. Bueno sí, a un lugar pasajero donde no perteneces a nadie.