
Oporto, octubre 2015
Nadie te enseña a hacer bien las cosas que suelen ser entendidas como malas. Me explico. Nadie te enseña por ejemplo como se corta dignamente con tu pareja, no hay una buena forma de hacerlo. Lleves tres meses o lleves tres años. Nadie te enseña a equivocarte, nadie te enseña a preocuparte y sin embargo nos pasamos la vida preocupados por algo. Si nos ascenderán en el trabajo, si llegaremos a tiempo a la entrega o si habrá sitio en ese restaurante al que siempre queremos ir.
El otro día a partir del blog de Wawahug (que por cierto, ¡cumple un año dentro de un mes! Si no lo leéis ya, deberíais hacerlo) leí un post suyo que me dejó pensativa. Recordamos mejor las cosas malas que nos pasan y nos cuesta mucho pensar en las cosas buenas que nos han ocurrido.
No nos enseñan a prepararnos para cuando algo malo puede pasar. Nos dicen que hagamos esto o lo otro para que las cosas salgan bien, para que triunfes, para que te vaya fenomenal, para que seas feliz. Mientras que nadie te enseña de verdad cómo actuar si algo va mal. Mucho menos cómo actuar si la culpa de hacer algo malo es tuya y no del otro lado. Pero nos pasamos la vida con la presión de cómo actuar para que todo salga de maravilla.
Hay mil libros de autoayuda que nos enseñan cómo ser felices. Probablemente que haya libros así debería hacernos pensar que quizás pasamos más tiempo infelices y preocupados que disfrutando. Por no hablar de lo mucho que nos gusta presufrir y precabrearnos cuando aún no ha pasado eso a lo que tanto tememos. Y ojo, que en esto me voy a mojar diciendo que soy la primera en pecar de eso. Pero piensa esto un segundo. Cuando disfrutas de algo ¿alguien te ha enseñado a hacerlo? Hay mucho movimiento Carpe Diem y esa actitud positiva que nos gusta a todos, pero no nos dicen cómo aprovechar el momento ni como disfrutar. Y estoy segura de que todos sabemos disfrutar de las cosas que nos hacen felices. Al igual que lo haces tú que estás leyendo este post, que quizás haya acabado pareciéndose a esos libros de autoayuda empeñados en vendernos las mismas ideas pintadas de mil formas diferentes.
Pero a lo que voy, nadie te enseña a equivocarte, siendo probablemente cuando más aprendas. Nadie te enseña a «desquerer», ni a marcharte bien de un sitio, ni a rechazar algo. Nadie te enseña a hacer bien las cosas que desde el punto de vista del contrario pueden ser algo negativo y que quizás a ti te supongan un alivio. Nadie te enseña a aliviarte sin que una de las dos partes salga afectada. También porque es difícil tomar una decisión y que a todo el mundo le parezca lo correcto. Y a los que les sienta mal, no se les enseña cómo aceptar algo negativo.
Corre la noticia de que un profesor de psicología ha publicado su currículum de los fracasos. Quizás deberíamos hacer un ejercicio personal al menos para nosotros mismos. Una hoja donde en vez de hablar de lo maravillosos que somos, hablemos de las cosas que hemos hecho mal y en consecuencia, lo que hemos aprendido de ellas.
Igual tenemos que aprender a querernos sabiendo que no somos perfectos y que errar es de humanos. Igual tenemos que saber que de entrada nos vamos a caer, como los niños que aprenden a andar y que con heridas siguen adelante. Me quiero por como soy, por donde he llegado y también por las cosas en las que he fallado. Porque crecer también es aprender a equivocarse. Es que se cierre una puerta y volver a abrir otra. Sin miedo.