Cada vez que escribo una carta, le hago una foto. Me gusta dejar notas por sorpresa escondidas en un cajón, debajo de la almohada, en medio de un libro que estés leyendo, encima de la mesa de la cocina… Y desde hace un tiempo, siempre hago una foto de cada nota de papel.
Por si me olvido de lo que puse, aunque no de lo que me hizo sentir escribirlo, por poder volver a leer todo lo que te dije y recordar también lo que nunca llegué a decirte. Bien porque sobraron las palabras o bien porque no me atreví a hacerlo. Releo la carta, cierro la puerta y me voy. Llena de ilusión y ganas por leer tu mensaje de sorpresa tras haberla leído. Hasta que veo tu nombre en mi pantalla voy leyendo mis propias palabras en la foto y me aseguro de que estoy lista para que sepas lo que quiero decirte.
Así me gusta archivar mis propias palabras cuando se dejan tocar. Escribir es una forma hacer tangible lo que tratas de explicar cuando sacas lo más profundo de ti y lo pones por escrito. Otros hacen e improvisan música.
Me encanta sentir. Hacer que los demás sientan. Conmigo o sin mí. Pero que sientan y que nunca dejen de hacerlo. Con todo lo bueno y todo lo malo. Y porqué no, en ocasiones que sea revuelto, no agitado. Pero sentir, con fuerza. Y pasión. Un sentimiento no se puede tocar, pero a veces te provoca hacer cosas que sí se pueden ver. Y muchas veces van más allá de las palabras.
– Y tú ¿qué sabes hacer que sea tangible? […]
Simplemente perfecto. Y el post, también 😉