Etiquetando lo inetiquetable

foto1Se conocieron en el baño. Bueno, no en el mismo baño. Él en su casa, ella en la suya. Algunas mañanas coincidían a la hora de la ducha, se saludaban por las ventanas que daban al patio común y cada uno seguía con su rutinarias actividades mañaneras antes de salir de casa. Al volver por la tarde a veces volvían a coincidir también en el baño. De nuevo, él desde su ventana, ella desde la suya. Tenían una breve conversación tipo ascensor, cerraban las ventanas y hasta el día siguiente.

Un día ella bajó al patio a tender la ropa, al rato apareció él. No tenía nada que recoger pero disimuló que algo tenía que hacer allí con tal de hablar con ella. Estaba algo nervioso, después de coincidir tantas veces a las mismas horas en el baño y tras saberse de memoria su ropa interior al verla colgada en el tendedero todos los días, por fin estaban cara a cara. Ella hizo como si nada, recogió su ropa y le dio algo de conversación. Sabía que había bajado a propósito para coincidir con ella, pero se hizo la indiferente y subió a casa riéndose por dentro de la situación.

Él tocaba la guitarra, tenía un grupo de música y pasaba las horas muertas entre acordes. Por las tardes ella llegaba a casa, se quitaba sus inseparables zapatillas de cordones con las que se ha caminado el mundo entero, se tiraba en la cama agotada tras un día intenso y se ponía a escuchar las canciones del chico desde su habitación.

Para qué negarlo, esa no-relación tenía su encanto. Sin ser nada había feeling y tenían pequeñas rutinas entre ellos que hacían que cada día se imaginaran una curiosa historia de algo más entre vecinos.

Nunca pasó nada entre ellos, de hecho ella sospechaba que él estaba con una chica, pero las miradas de complicidad en el baño y en el tendedero tenían algo de especial. Sin ser nada y sin intenciones de serlo, él se acabó mudando. La música de la guitarra que ella oía desde su habitación dejó de sonar.

Suerte que ella consiguió saber cómo se llamaba el grupo para poder escucharlos en Spotify. Los siguió en Facebook y pudo seguirles la pista musical. A distancia pero recordando las miradas de una no-relación. O sí, pero para qué ponerle etiquetas y complicarse la vida.

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