Tirar de la cabina de teléfono durante los minutos que costaba la llamada y que si no echabas una moneda más, te despedías hasta el día siguiente. Estaban los minutos contados y aprovechabas al máximo cada uno que pasaba. Tres minutos por cien pesetas eran en sus tiempos. Creas o no, tres minutos al día llegan para mucho. Uno en el que cuentas tú algo, otro en el que la otra persona responde y el sobrante para decir algunas frases bonitas y despedirte. ¿Ves? Llega.
¿Y ahora qué? Si echas de menos a alguien, puedes llamar y la llamada puede durar más que eso, además sueles tener la suerte de poder hablar por el medio que quieras. Si no es teléfono, sabes que estará conectado en algún sitio, que coincidirás con él y que estará conectado a la misma vez que tú. Igual esa es la dificultad que hay ahora que no había antes. El coincidir conectado con esa otra persona, (si no has quedado con ella para conectarte porque no tiene la suerte de estar conectado siempre).
Pero la distancia no tiene porqué ser una dificultad. Que sí, que vale, que de no verla (un mes, dos, un año, o nunca) pasas el mal rato hasta que la ves, o ni eso. Porque puedes estar colgado con alguien a quien no ves. Se puede y a veces pasa.