Y entonces me casé. Ese día desapareció todo el caos que llevábamos viviendo en estos últimos dos años. Ese día fue uno de los más felices de mi vida, ese tan soñado que había preparado con tantísimo amor y cariño durante tanto tiempo. Ese en el que te tienes que pellizcar para saber si lo que estás viviendo está sucediendo de verdad o es solo un sueño.
El 30 de octubre amaneció un día de tormenta, llevábamos muchas semanas de sol, calorcito y la lluvia quiso ser una invitada más al convite. Y vino pisando fuerte porque esa misma mañana nos hizo cambiar todos los planes de localizaciones de donde sería la celebración. Pero en medio de ese caos del que me apartaron para no agobiarme, me dicen que no perdí la sonrisa. No me dejaron salir de la habitación, en la que sonaba una playlist de canciones de amor maravillosas que me preparó mi madre para esas horas previas. No salí de allí en toda la mañana, querían mantener mi secreto mejor guardado, con lo que odio guardar sorpresas. Llevaba dos años guardando el secreto del vestido y después de tanto tiempo tan solo quedaban unas horas para que todos lo vieran. Recuerdo que me estaba maquillando y se me hacía un nudo en la garganta al pensar en el momento de cruzar el pasillo al ritmo de la música del brazo de mi padre para por fin ver a Dani esperándome mientras temblábamos.

Empezó la ceremonia, escuché la canción de Dani cuando entró con su madre. Yo estaba cerca pero no me veía nadie porque estaba escondida con mi padre. Él tenía un pañuelo con el que me limpiaba las lágrimas de los nervios y me cogía fuerte para que no me derrumbara del temblor. Y entonces sonó mi canción, estaba atacada y me moría por ver a Dani. Entramos y vi a todo el mundo mirándome y ahí me dio un vuelco el corazón. Es una sensación que se graba a fuego en tu cabeza. Temblaba y miraba a mi marido. Él es paz, es calma y por muchos nervios que hubiese, en ese momento en el que estaba sonriéndome, se secaba las lágrimas mientras me veía entrar y yo no podía ser más feliz. Al vernos, el mundo se paró y empezó todo lo que habíamos soñado. Nuestra boda. Llegué a Dani cuando mi canción favorita de Maldita Nerea en su versión sinfónica decía “Que la vida es mejor con palabras de suerte, cómo diablos se puede quererte tan fuerte”. Y es que a veces no puedes hablar de la emoción pero como pasa en las películas, la música habla por ti.
El mejor amigo de Dani tomó el micrófono y nos dedicó las palabras perfectas para terminar de calmarnos. Todo estaba saliendo bien y no podía creerlo. Para simbolizar la ceremonia hicimos nuestra propia versión de la que se suele hacer con arena, pero con cerveza, ya que nuestra historia comenzó por una apuesta en nuestra cervecería favorita. La idea fue juntar dos cervezas distintas en un mismo vaso para que no se puedan separar pero donde se vea que son distintas. Esto se nos ocurrió en un viaje que hicimos a Praga donde vimos que toman řezané pivo, una mezcla de dos cervezas (rubia y oscura) que se bebe de un mismo vaso. Para ello usamos una de trigo, nuestra favorita de Berlín, Lemke y una Pale Ale, Chula, en honor al nombre de nuestra gatita. Dani leyó sus votos y a mí se me saltaron las lágrimas. Yo leí los míos y él volvió a emocionarse. Después habló mi padre, porque él nunca lee, aunque esta vez sé que lo hizo de reojo. Estaba nervioso aunque él diga que no. Pero es que no todos los días se casa su única hija. Mi cuñado hizo un monólogo divertidísimo y no pudimos parar de reír. También leyeron mis mejores amigas que llevaban tiempo preparando sus discursos y que se morían de los nervios y ahí nos volvimos a emocionar rememorando viejos tiempos. Fue una ceremonia preciosa, todos lloramos, estuvo llena de amor y de verdad.
Al acabar todas las lecturas empezó a sonar Fantastic Shine de Love of Lesbian y con esa canción empezamos a caminar mientras todos nos tiraban pétalos de rosa y lavanda seca. Y entonces empezamos a saltar y a bailar por el pasillo. Por fin habíamos hecho la ceremonia de nuestra boda, después de tanto planificarla, estaba sucediendo de verdad. Brindamos y le di un beso a Dani. Luego me abracé a mi madre, estaba feliz, muy muy feliz. Después empezaron a acercarse todos a felicitarnos y a darnos la enhorabuena por la ceremonia, nos dijeron que había sido muy emocionante y que muchos no pararon de soltar lagrimita.
Enseguida empezó el cóctel y mientras todos comían, Dani y yo aprovechamos que la lluvia nos dio tregua para poder hacernos nuestras primeras fotos a solas. Aprovechamos para poder hablar de todo lo que había pasado esa mañana durante los preparativos en los que estuve en la habitación sin salir y comentamos los mejores momentos de la ceremonia. También aprovechamos para ensayar nuestro primer baile, como habíamos hecho dos noches antes de madrugada con una sábana atada a mi cintura para imitar el vestido, pero esta vez de verdad, ya con el de novia puesto.
Después de ese ratito a solas con los fotógrafos y el equipo de vídeo fuimos al cóctel, al que entramos bailando con El Dormilón de Iván Ferreiro y por fin pude acercarme a mis mejores amigas para hablar con ellas, las que habían aguantado todo este tiempo de incertidumbre conmigo sin perder ni una pizca de ilusión. Soy la primera que se casa y después de tantos años juntas no podía sentirme más afortunada de poder estar con ellas en un día como este. Además estuvieron super preocupadas todo el tiempo de que no me faltase comida o bebida en toda la boda, aunque de los nervios comí muy poquito y por si acaso solo quise beber agua con una rodaja de limón. Y un zumo de tomate para recargar vitaminas. Despertar al día siguiente sin una pizca de dolor de cabeza fue maravilloso.

Llegó el momento de sentarnos a comer en la mesa estilo italiana con la que soñaba. En ella estaban nuestros amigos más íntimos con un camino de mesa maravilloso. Entramos en el salón Dani y yo riendo, bailando y saltando mientras sonaba “No me faltes nunca, yo tengo derecho a ser feliz, no te vayas lejos, lejos es muy lejos para mí” de los Fresones Rebeldes. El salón estaba espectacular, los centros de mesa llenos de flores, plantas, calabazas, granadas y piñas otoñales. Todos desde sus mesas sonreían, aplaudían y movían los lazos blancos y verdes que habíamos dejado colocados la noche anterior. Fue un momento maravilloso. Al llegar a la mesa Dani dijo unas palabras de agradecimiento para todos los asistentes, equipo de profesionales y padres que nos volvieron a emocionar, así que en cuanto teníamos todos vino en las copas, brindamos todos juntos. Después del primer plato, un tartar de tomate y aguacate con ajoblanco que llevaba un toque de leche de coco, mi madre habló también donde puso en valor lo que es la amistad y lo que significa tener una familia elegida en la vida:
Los amigos son la mejor familia que uno puede tener, porque los eliges tú y ellos a ti, de la misma manera que una pareja se encuentra y se eligen para toda la vida, pero más fácil, porque los malos ratos se pasan más rápido cuando no ponéis lavadoras juntos.
Volvimos a llorar. También habló mi suegro y nos emocionamos de nuevo porque siempre es muy emocionante que hablen bien de tu marido porque son sus padres pero también hace un nudo en la garganta que hablen bien de ti, de tus padres y que te hagan sentirte tan cuidada y querida. Tan familia.
[…] puedo decir sin ninguna duda que soy afortunado, vuelvo a decir que esta vida es maravillosa y que sin duda la volvería a vivir una y mil veces…, gracias a vosotros.
El plato principal fue pintada rellena de setas y foie y aunque casi no pude probarla porque del nervio me había llenado con lo poco que comí del cóctel (maravilloso), aún recuerdo de la prueba del menú que estaba espectacular (¡incluso vi a gente repitiendo!) Poco a poco fuimos llegando al postre, una tarta árabe mitad de dulce de leche y mitad de crema, a los cafés con sus petit fours y entonces llegaron otros dos momentos muy especiales. Le dediqué unas palabras a mi madre para entregarle mi ramo de novia mientras sonaba su canción favorita, “Secret of life” de Faith Hill con la que acabamos llorando juntas. Después de ese momento volví a coger el micrófono y le dediqué unas palabras improvisadas a mi padre, pidiéndole si me podía ofrecer un primer baile juntos con la que ha sido siempre nuestra canción. Se Fue, de Laura Pausini empezó a sonar como tantas otras veces cuando estamos juntos y nos agarramos de la mano, pero esta vez era mi boda y después de bailarla tantas veces durante tantísimos años, soñando los dos con ese momento sin un saberlo, por fin lo hicimos realidad. Bailamos pegados, abrazados casi a punto de llorar y a mitad de canción cuando cambia el ritmo y se hace más movida, nos salió del corazón marcarnos unas cuantas vueltas sorprendiendo a todo el salón. Fue totalmente improvisado e inesperado, como pasa con todas las cosas bonitas de la vida.
Justo al terminar el baile empezamos a entregar los detalles a amigos, el de “Sois los siguientes” a una pareja a la que adoramos y que nos hace inmensamente felices que por fin se vayan a casar. A mis mejores amigas les preparé un pack beauty para que pudieran tener un plan de mimitos a la mañana siguiente y al resto de invitados les hicimos unas notas personalizadas en las que dedicamos unas palabras con los recuerdos más especiales que teníamos con cada uno de ellos. Fue una sorpresa que preparamos con amor infinito y todos estaban entusiasmados con el detalle. Pensaban que la nota llevaría una frase igual para todos y se sorprendieron al ver que eran todas diferentes. En cuanto terminó el banquete el sol se estaba poniendo y antes del anochecer nos escapamos a hacer unas últimas fotos a solas. Nos fuimos a los viñedos de la finca y bodega El Regajal, un lugar mágico para casarse, y como la tierra estaba muy húmeda, cambié mis tacones por unas botas de agua y me lancé a caminar por el medio del barro con el vestido completamente remangado. Solo por las fotos que nos han pasado como adelanto sé que mereció totalmente la pena el cambio de calzado.
Dani y yo estábamos solos otra vez, así que por fin podíamos seguir comentando todo lo que estábamos viviendo pero también aprovechamos para volver a practicar el baile, quedaban unos minutos para enseñárselo a todo el mundo. Volví a ponerme mis zapatos de novia y entramos en la pista de baile. Las luces de ambiente se apagaron quedando solo los focos de luz de colores y se hizo el silencio. Dani y yo nos miramos y empezamos a caminar despacio para juntarnos en el centro de la pista. Empezó a sonar la música, una versión acústica y lenta de Berlín interpretada por Rozalén. Es una canción que descubrimos por casualidad y que al escucharla por primera vez no podíamos parar de sonreír porque era completamente nosotros. Bailamos pegados y dimos esas vueltas lentas que tanto habíamos practicado. Era un baile sencillo y estábamos nerviosos, pero en esos minutos se me olvidó donde estábamos, solo podía mirarle a él mientras me dejaba llevar por sus indicaciones en secreto de cuándo vendría el siguiente giro. Era feliz, maravillosamente feliz. Por fin estaba pasando todo esto y yo no quería estar en otro sitio en el mundo que no fueran sus brazos. Giramos, bailamos, sonreímos, nos rozamos y nos besamos. Después de rendir homenaje a toda nuestra historia juntos, como dice la canción que hicimos tan nuestra, “Tuvo que ser aquí, en ciudad Berlin”, nos abrazamos felices y le limpié a Dani la boca de mi pintalabios rojo.

Con nuestro beso final acabó nuestra canción y enseguida él sacó a mi madre a bailar y yo hice lo mismo con mi suegro. Después se fueron animando todos los demás y ya empezamos la discoteca donde lo dimos todo bailando y saltando hasta que los pies no pudieron más. Disfrutamos como nunca, nuestra tan esperada fiesta fue maravillosa y ver a todos tan felices juntos nos llenaba de emoción. Inmortalizamos esos momentos haciendo mil fotos y vídeos, comimos helados, chuches, brownie, migas con huevo de recena… No sé de donde saqué tanta energía para bailar porque llevaba casi todo el día casi en ayunas de los nervios, pero sé que lo dimos todo con toda la emoción acumulada.
Será un tópico decir que el día de tu boda es uno de los más felices de tu vida, pero cómo no va a serlo cuando en un evento tan especial que has organizado durante dos años y medio te ves rodeada de tanta gente que te quiere y que es capaz de venir desde cualquier parte del mundo por ti. Que estando en el mejor o peor momento de su vida, ese día lo para todo para venir a verte y vivir contigo esa emoción. Que te confirma que estará contigo ese día incluso un año antes, que cuando tienes que posponer la boda un año más tarde te vuelve a confirmar y sabes que no te fallará incluso sin tener fecha definitiva. Que mantiene contigo la ilusión y te mandan mensajes positivos para mantenerte arriba cuando estás completamente derrumbado. Toda esa gente estuvo con nosotros en la boda, no dudamos nunca que vendrían y estaban enormemente felices por estar a nuestro lado. Y nosotros no podíamos sentir más orgullo y agradecimiento por estar rodeados de los que de verdad nos quieren y son importantes en nuestra vida. Te sientes tan querido que los días posteriores solo puedes tener resaca de felicidad. Y entonces empiezan a mandarte fotos, vídeos y tú empiezas a rememorar todo lo que ha pasado. Y solo quieres gritar de felicidad por dentro por todo lo que ha pasado y todo lo que has vivido en este tiempo.
Son tiempos raros, muy raros, pero el amor no ha cambiado nada. Porque al final lo más importante es haber podido llegar hasta aquí con los que de verdad importan. Y lo que sientes con los que están contigo viviendo ese día a tu lado, haga sol, llueva o truene es lo que recordarás siempre.
Detalles sobre el look: Mi vestido de Pronovias Atelier era único, ya que el patrón no existe, se hizo de cero a partir de dos vestidos de novia distintos que decidimos fusionar en uno solo. En cuanto tuvimos que retrasar la fecha de la boda a un año más tarde, estuve buscando opciones para no pasar frío en la boda y no fue hasta unos días antes de la prueba final cuando encontré el complemento perfecto, una prenda de abrigo de Max Mara que no podía quedar más ideal. Mis zapatos verdes fueron de JustEne ya que me enamoré desde el día uno de todos sus diseños y de todas las opciones de personalización posibles. Las alpargatas que usé para cambiarme durante el baile fueron de Lisa López y fueron súper cómodas. Mi tocado maravilloso en verdes y plateados que quedaba perfecto con cualquier tipo de peinado lo hizo Isa de El Taller de Bagatela también personalizado hasta el más mínimo detalle. Para maquillaje y peluquería confié en Marta de MGBeauty y para ello elegimos un peinado desmontable que empezase con una coleta de burbujas, después pasaría a ser coleta y terminaría la noche con el pelo semirecogido. Para el maquillaje usamos colores cálidos y otoñales marcando el ojo y el pómulo, empezando el día con un labial rosa que para la noche cambiaría por un rojo. El ramo de Búcaro (al igual que los centros de mesa) llevaba dos tipos de dalias, crisantemo, rosa inglesa, rosa ramificada y eucalipto. Al ramo le puse un lazo de terciopelo verde con una chapa de plata mandé grabar donde ponía «Como hoy siempre» y la fecha de nuestra boda. El toque azul lo llevé en los pendientes largos de topacio y amatista de Suarez. El algo prestado lo llevé en una pulsera de brillantes de mi abuela y el algo viejo lo llevaba en el otro brazo con la pulsera de pedida de mi bisabuela.