Viaja conmigo

image

Eran casi las 10 de la noche en el avión. Aunque depende del destino del que venga podría haber sido 1h más. O dos. Quién sabe. Qué relativo es el tiempo, y más aún en medio del cielo. Me tocó ventanilla en el lado en el que ya es de noche. Al otro lado del avión está sucediendo un atardecer multicolor sobre un mar de nubes que por sus colores parece un batido de maracuyá.

También me tocó volar con la mejor compañera de viaje. La emoción. La de llorar de nosesialegríanostalgiaoquéseyo. En cuanto este avión empezó a mover las ruedas por la pista del aeropuerto y empecé a ver que se acercaba a la zona de despegue, ahí estaba ella conmigo. La que llevaba unos minutos recorriéndome el cuello y apretando cada vez más. Hasta que decidió salir de lo más profundo y se convirtió en lágrimas. No fueron tristes, lo prometo. Posiblemente hayan sido de las lágrimas más bonitas que he llorado. He disfrutado cada una de ellas como si llevara dos meses sin hacerlo.

La emoción de las ganas que tenía de hacer esto. Viajar sola. Desahogarme y pensar en todo lo que esta barra libre de momentos que lleva 7 meses abierta me está dando. Con sus tragos más dulces y los más amargos. Dedicarme esta semana para mí. En una ciudad desconocida donde nada me saque de este torbellino de emociones que no puedo (ni quiero, aún) parar.

Porque sí, porque me lo merezco y sé que voy a recordar este viaje y todo lo que está sucediendo este año el resto de mi vida. Es algo que deberíamos hacer al menos una vez. Esto acaba de empezar y parece que viene fuerte. A cazar microemociones llenas de intensidad.

Deja un comentario